sábado, 31 de enero de 2015

Miedo

Un trazo negro, uno verde, otro morado; lo dibujé de manera tal que me causará mucho miedo. No tenía ojos ni boca, no tenía dientes o colmillos, estaba mezclado en esa masa uniforme que me seguía a todas partes. Lo llamé Miedo.

Me inmovilizaba, me retenía, me callaba, me perdía, me mantenía, me fijaba, me sentía, me comía. Miedo era todo aquello que yo quería hacer pero no había podido, Miedo lograba forzarme a quedarme quieta y no moverme esporádicamente como lo venía haciendo, yo amé a Miedo.

Estaba sola, sólo con él. Así era feliz. Desde que empecé mi relación con Miedo empezaron a molestar; querían que Miedo se fuera, querían que psicólogos, doctores, psiquiatras, psicoanalistas, pastores, curas, profesores, mediadores, comunicadores y dioses hiciera que se marchará. Afortunadamente nunca pudieron con él, Miedo tenía buenos mecanismos de defensa, Miedo me protegía de todos ellos, Miedo hacía que fallasen y que sus trazos negros, verdes y morados creciesen… tal vez por eso todos y cada uno de los que lo intentaron se fueron desgraciadamente, ellos no los querían. ¿Cómo no quererlos?
Viví por Miedo, viví con Miedo pero… morí sin Miedo.

Una pequeña de cabello castaño, ojos oscuros y una sonrisa; desde su nacimiento hasta su adolescencia, no podía acercarme; no de la manera que necesitaba, era tan segura, tan decisiva y definida. Pero ella era la indicada, lo sabía. Una ruptura amorosa, una ruptura por una tercera, ¡surgió! Después de tantos años surgió, él me dejó y fue con ella.
Lo alimentó y le agradezco por eso. Al acompañamiento de otras personas, a las relaciones, a tener el corazón roto, a los hombres, a las mujeres, a los amigos, a las amigas, a la familia, al hablar, al dejar de existir, a la muerte.
Cuando se fue supe que era mi momento, pero ya no tenía a Miedo; morir se convirtió en un juego. Pasar la calle sin Miedo, carros pitaban, frenaban; robar para vivir, matar para seguir, violar, torturar, secuestrar, delatar, inculpar. ¡Qué divertido era estar sin él!
Desde un principio me lo dijo, que llegaría el día en que todo fuese recompensado, pero no fue un solo día; no. Fueron años, años de delicia, de hacer y deshacer, de obligar, de ofender. De ser realmente lo que se es. Sin esperar o no aprobación.
Adjetivos recibí, muchos. Indecencia, asquerosidad, imperdonable, inhumana, escoria, basura, maltratadora, espeluznante, inapropiada. Acaso es tan difícil entender que cada persona tiene su pequeño Leviatán, que cada una debería alimentar a su Miedo y luego dejarlo ir para poder actuar tal cual somos. La “decencia”, la “cultura”, las “creencias”, todas esas cosas y más son lo que se nos opone. Pero aunque la mayoría no alimenta a Miedo como yo lo hice, hay unas que sí.
Esos son los maltratadores y maltratadoras, los asociables, las tachadas de maldad e inhumanidad.
Soy Ann. Morí con una bala en mi cabeza. Morí feliz. Morí haciendo lo que Miedo siempre impidió que hiciese.
Recuerda que soy Akemi y que me puedes leer cuando quieras, sayo~

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